Que veinte años no es nada – Marta Rivera de la Cruz

20 años no es nadaUn escritor argentino se da cuenta de que se ha secado su pluma al tiempo que ha ido aumentando la obsesión por el reconocimiento internacional. Una familia que se ve obligada a abandonar el pueblo de siempre y no tiene destino fijo, sólo sabe que debe estar muy lejos. Éstos son los dos primeros componentes de la historia trazados por Rivera de la Cruz. Al añadir Ribanova a la ecuación, un pueblo de clima húmedo en una localización indeterminada del norte de España donde el escritor y la familia errante convergen indirectamente, los personajes se multiplican y el árbol de las historias comienza a cobrar un considerable tamaño. Una historia lleva a otra y ésta a la siguiente, y se teje una red de vidas y de biografías, mezcla de presentes y pasados, ciudades, paisajes y desvíos que siempre se terminan cruzando. Así han sido los dos libros de la autora lucense que he leído hasta ahora.

No se pueden comparar, sin embargo, puesto que la que nos ocupa es una de los primeras novelas de la autora gallega, y hay que juzgarla desde la perspectiva del que está empezando. La importancia de las cosas reseñada en este blog, es una de sus obras recientes, de su etapa madura.

Marta Rivera de la Cruz (Lugo, 1970) tiene una sorprendente capacidad para crear buenas historias. Se parece a aquel amigo o familiar que siempre tiene una anécdota a mano, real o inventada, y su imaginación nunca se agota. No sólo hace falta saber las historias, hace falta saber darles vida propia. En el caso de esta escritora, las dos cosas las hace estupendamente.

Dicho esto, el problema de la historia o colección de historias de personajes buenos o al menos entrañables que llenan éstas páginas, es que son demasiadas para un mismo libro. No caben en una misma obra. A mi modo de ver, lo extraordinario lo es sólo si no abunda. Como los milagros. Pero en ‘Que veinte años no es nada’ nos encontramos en apenas doscientas páginas las extraordinarias historias de Cósimo Herrera, Marcial de Soto, la Condesa de Altuna, Isaac Brown, las de los mienbros de las familias del Amo y Dapena y las de los múltiples personajes secundarios, aunque igualmente interesantes que adornan y completan el escenario. Todas ellas brillan, pero llega un momento en el que al leer sobre el decimonoveno personaje, conectado con los dieciocho anteriores por pequeños vínculos poderosos del destino, el lector  (o quizá sólo yo) piensa: «Bueno, ¿y qué más?».

Claro que, la pregunta «¿y a ti qué más te da que haya tantos buenas historias en un sólo libro?», es válida y dinamita mi línea argumentativa. No tengo nada contra la proliferación de buenas historias y personajes, tan sólo el hecho de que no se parezca a la vida real. Pero que conste que seguí leyendo porque disfrutaba conociendo más sobre ellos, sobre sus sueños y lágrimas, y miradas cargadas y maneras de vivir. Hasta ahí lo «negativo». Vamos a por lo positivo.

Son muchas las cosas que me agradan de Marta Rivera de la Cruz. Por ejemplo, me encantan los nombres que se saca de la manga esta escritora gallega para llamar a sus personajes. Los hace auténticos, únicos. Quizá sea una estupidez, pero cuando he tratado de escribir algo y llegaba el momento de decidir el nombre de él o de ella, se me ocurrían los nombres que no decían nada. Pero la escritora lucense escoge y sus nombres dan vida, proporcionan una imagen de él o de ella, se construyen ante nuestros ojos con facilidad.

Sobre Ribanova, el punto de destino de casi todos los personajes en el libro, quiero creer que aún hay muchos lugares así. Es en esos pequeños rincones,  pueblos o ciudades de provincias, tan diminutos como familiares, donde las  personas se conocen todas unas a otras. El ritmo de vida tiene algo de idílico en este lugar, a pesar de su carácter humilde, e inspira calma y casi felicidad. Explica la autora:

Ribanova es una recreación de Lugo, la ciudad donde yo me crié. Se trata, por tanto, de un espacio en el que me siento cómoda. Ya tengo construida mi geografía: sé por dónde van las calles, dónde está el parque, cómo llueve… Todo resulta así más fácil porque esa ciudad existe, aunque se le cambie el nombre. Lo han hecho muchos escritores, debido a que crear un espacio desde cero es muy difícil. Cuando escribí Que veinte años no es nada, el primer libro donde aparece Ribanova, yo quería que tuviera mar, pero no supe cómo meterlo en el relato, así que se quedó de secano.

Otro apunte. Las familia Del Amo y Dapena son un punto fuerte de este libro. En ambas se respira ese espíritu especial de humildad y de buen corazón con la gente que agrada a todo el mundo. Son personas honradas y trabajadoras, cada una de manera diferente. Los matrimonios están unidos, ambos progenitores se apoyan y se quieren de manera sincera, y Rivera de la Cruz nos inyecta el deseo de haberlas conocido de verdad.

Sobre los temas que se tratan directa o indirectamente, está la soledad que vive en Cósimo, Marcial o la Condesa de Altuna. Cada uno la ha interiozado de manera diferente. Unos se resignan, otros se han acostumbrado a haber perdido su oportunidad de ser felices y tratan de hacer todo lo felices que pueden a los demás. Otro de los personajes principales representa la juventud y sus proyectos magnánimos. Sobre todo los padres de las familias mencionadas, representan por encima de todo el trabajo honrado de la clase humilde pero orgullosa. Destacaría también el soporte que representan ciertas personas en Ribanova , que no dudan en hacer todo lo que está en su mano cuando es necesario por gente que ni siquiera conocen del todo. La escritora también utiliza la extraña calidez y sencillez de la vida de provincias y el carácter de sus gentes, trata la escritura, el proceso de creación que se ve estancado y la crisis que supone. También vuelve a aparecer Argentina de nuevo, como en La importancia de las cosas; se menciona también la obsesión por el reconocimiento literario.

Por último, me dio que pensar la ausencia de religión en primer plano, de manera explícita; aun así se intuye detrás de las palabras y los actos y valores de muchos de los personajes. Destacaría también, como dato llamativo, el lujo que se permite la autora al incluir pasajes fantásticos en algunos paisajes aislados, la importancia de viajar por un motivo u otro y el indeterminado espacio y tiempo de fondo de la obra. Durante una narración aparentemente factible, donde todo parece normal, de repente abre la puerta a sucesos imposibles y la cierra en la siguiente página. No abusa de este recurso, pero se infiere que no le supone un problema mezclar.

Con todo, buen libro, por momentos en exceso redondo, entretiene y se lee con facilidad.

Os dejo un fragmento:

Sin embargo, Cósimo no volvió a referirse a Claire, y Luisa entendió que algunos episodios de la vida pueden pasar dejando simplemente los mejores recuerdos y conformando en nuestra memoria refugios de urgencia donde no tiene cabida la amargura y a los que acudir en busca del consuelo que proporciona la nostalgia bien administrada. Pues eso habían sido para Cósimo Herrera la ciudad de Londres y la pintora Claire Adams: un lugar de paso indefectiblemente ligado a los buenos momentos de un tiempo transcurrido al margen de la vida real.

CSDL

Enlaces de interés 

Entrevista en la Universidad de Navarra – Junio de 2010

«Un escritor siempre aspira a que su mejor novela sea la siguiente» 

DATOS DEL LIBRO

Título – Que veinte años no es nada
Autor – Marta Rivera de la Cruz
Páginas – 432
Precio – 8.95 euros Editorial –  Algaida (Planeta)
Lugar y año de publicación – Barcelona, 2009
ISBN – 9788408085300

Acerca de CSDL

Periodista, pero vamos. Profesor en potencia. Lector, caminante. Cine, fútbol y radio. Miguel Delibes, J.D. Salinger, Raymond Carver y Richard Ford.

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