La caída es una de las últimas obras de Albert Camus, quien la concibió inicialmente como parte de un conjunto de narraciones breves tituladas El exilio y el reino. La novedad del relato está en que se desenvuelve al modo de una confesión. En toda confesión las palabras van dirigidas a un ‘tú’: si en sus Confesiones Agustín escogió a Dios como destinatario, Camus escoge al lector, invitándole así a completar el sentido de la historia que le cuenta el protagonista, Jean-Baptiste Clamence, con la reflexión sobre su propia vida.
Como ocurre con otras novelas de Camus, los recuerdos que Clamence confía al lector están constantemente salpicados por reflexiones que llevan la obra hasta los márgenes de la ficción literaria y la tiñen de un tono ensayístico. De este modo, la tesis que subyace a La caída amenaza con comerse la novela y, en ocasiones, se la come. En cualquier caso, Camus logra que el lector se asome al precipicio de un alma atormentada valiéndose de una prosa sobria, que no se regodea en lo sórdido y que, tal vez por ello, resulta tan creíble.
Por medio de los recuerdos y digresiones del protagonista, La caída va tejiendo –con una ironía casi socrática– una interesante reflexión sobre la libertad humana. Camus afirma que la libertad no puede darse sin responsabilidad: la segunda acredita la autenticidad de la primera y, a su vez, es la razón de su elevado precio. En este sentido, no tener responsabilidades es como caminar “por la superficie de la vida, sobre las palabras, por decirlo de algún modo, nunca sobre la realidad”. Aunque, en el largo plazo, esta idea de libertad se vuelve tan pesada que muy pocos son capaces de sobrellevarla y –como diría Iván Karamázov– optan por devolver el billete de entrada.

Fotografía de Albert Camus tomada por Henri Cartier-Bresson en 1944
En el reverso de esta libertad hay una soledad terrible. Según el autor, cada hombre se encuentra completamente solo y es ahí donde ha de descubrir su verdadera condición. No hay lugar para las segundas oportunidades, “siempre será demasiado tarde”; por ello, todo queda a cuenta de una responsabilidad titánica y abrumadora. Tal vez porque Camus entiende la libertad al margen de un amor capaz de comprender y perdonar; o porque, sencillamente, este amor le parece un ideal tan valioso como inalcanzable: “¿Sabe usted lo que he soñado?: un amor completo de todo cuerpo y todo corazón, día y noche, en un incesante abrazo”. La siguiente cita es una muestra de lo dicho:
No sabía que la libertad no es una recompensa, ni una condecoración que se festeja con champán. Ni tampoco un regalo, una caja de bomboncitos para mayor deleite del paladar. ¡Oh, no! Al contrario, es una dura labor, una carrera de fondo, solitaria y sumamente extenuante. Ni champán ni amigos que levantan la copa y os miran con ternura. Solo en una sala melancólica, solo en el banquillo, delante de los jueces, y solo para decidir ante uno mismo y ante el juicio de los demás. Al final de cualquier libertad hay una sentencia; por eso es tan pesado acarrear con la libertad, sobre todo cuando se padece de fiebre, o de pesares, y cuando uno no ama a nadie.
Albert Camus (1913-1960) es uno de los grandes escritores franceses del siglo XX. Su variada obra –formada por novelas, obras de teatro y ensayos– fue reconocida en 1957 con el Premio Nobel de Literatura.
Palzol (Pablo Alzola)
DATOS DEL LIBRO
Título – La caída
Autor – Albert Camus
Nº de páginas – 128
Precio – 9.50 euros
Editorial – Alianza Editorial
Lugar y año de publicación – Madrid, 1982
ISBN – 9788420669793
Traducción – Manuel de Lope
Interesante.
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