Apologia pro Vita Sua – John Henry Newman

af_apologia_pro.indd“Analizar lo ocurrido hace tanto tiempo y exponer el resultado es cosa atroz para el corazón y la mente. He hecho en mi vida muchas cosas audaces: esta es la más audaz, y si no estuviera seguro de éxito final del proyecto, hubiera sido una locura ponerme a ello”. Así expresaba John Henry Newman lo que supuso para él escribir en poco más de un mes, entre marzo y abril de 1864, la Apologia pro Vita Sua.

Acometer la redacción de una obra en defensa de la propia vida es una tarea compleja; en el caso de Newman, no se trataba de una autobiografía al uso, sino del relato de una crisis profunda que sacudió los cimientos de su conciencia y le condujo, finalmente, a abandonar sus creencias anglicanas y ser recibido en la Iglesia católica. A esta dificultad se sumaba la razón que le empujó a escribir el libro: los ataques por parte de Charles Kingsley –clérigo anglicano y capellán de la Reina Victoria– en una revista de prestigio, donde tachaba a Newman de astuto mentiroso. La Apologia fue una carga de profundidad en la sociedad británica de su época y, con el paso de los años, ha sido contada entre las mejores autobiografías escritas en lengua inglesa.

No es un libro sencillo de leer, como tampoco fue sencillo el largo camino que condujo a Newman, a través de años de plenitud y tantos otros de oscuridad, hasta lo que él llamaba “el Único Rebaño de Cristo”. Por ello, sugiero al lector interesado que, antes de emprender la lectura de esta obra, lea al menos una breve biografía del autor para comprender mejor el contexto en el que se produce esta crisis interior. En cierto modo, fue el propio Newman quien decidió emprender aquel camino agreste, sin saber muy bien dónde acabaría: “Diré que durante años tuve una conciencia habitual, latente –que nunca me hizo desconfiar de mis convicciones–, de que mi ánimo no había llegado a su último descanso, que en cierto modo yo estaba de camino”. Esta decisión de ponerse en marcha cuajó una mañana de 1833 en la que Newman, en cama por una insolación durante un viaje por Sicilia, comenzó a sollozar violentamente y, cuando su sirviente le preguntó que le ocurría, solo pudo responder: “Tengo una tarea que hacer en Inglaterra”.

Había que hacerse a la mar. La aventura emprendida por Newman, CARDINAL JOHN HENRY NEWMAN PICTURED IN 1865 PHOTOentonces ministro anglicano, junto con otros compañeros y amigos de la Universidad de Oxford, fue un movimiento social y religioso cuyo fin era devolver a su Iglesia las creencias y tradiciones que, en las últimas décadas, habían sido lentamente arrinconadas por un liberalismo virulento, cada vez más aceptado entre los propios cristianos. “Quería una Iglesia viviente, con carne y huesos, con voz, forma, movimiento, acción y voluntad propia”, escribía en la Apologia. El relato de los intensos e ilusionantes años del conocido como “Movimiento de Oxford” –“los años más felices de mi vida”, confesaba Newman– es uno de los puntos fuertes de este libro: más allá de un simple barniz intelectual, el autor aborda en detalle tanto los problemas con los que se enfrentaba el movimiento como las soluciones que proponía. Estas últimas tenían como sustrato lo que Newman llamaba la “Antigüedad”: las enseñanzas de los Padres de la Iglesia, escritas en los primeros siglos de cristianismo.

Tal vez lo que hace de la Apologia una obra tan atractiva –y perenne– sea la búsqueda de verdad que se respiraba entre aquellos “locos” que impulsaron el movimiento, sin temer los derroteros por los que les podría llevar dicha búsqueda: “Defendían ideas y principios en sí mismos, sencillamente porque eran verdaderos, y sintiéndose como obligados a proclamarlos”. Para muchos de ellos se convirtió en un viaje más largo y fatigoso de lo esperado, que les llevaría incluso a dejar el propio hogar espiritual, la Iglesia anglicana. En el caso de Newman, fue el inesperado encuentro con unas palabras de san Agustín –algo así como el “tollge lege, tolle lege” que convirtió al propio obispo de Hipona– lo que marcó el viraje definitivo a su navegación, la cual no llegaría a buen puerto hasta varios años después, en 1845:

¿Quién es capaz de valorar las impresiones que recibe? Una simple frase, esas palabras de san Agustín, me golpearon con una fuerza que jamás había sentido antes en otras palabras (…). Era claro que, como en la cena del rey Baltasar, yo había visto la sombra de una mano en la pared. Pero, a la vez, todavía tenía muchas cosas que aprender (…), y tal vez recibiera alguna nueva luz. Quien ha visto un fantasma no vuelve a ser nunca el de antes. Los cielos se habían abierto y vuelto a cerrar.

John Henry Newman (1801-1890) es uno de los intelectuales ingleses más destacados del siglo XIX. Desde su juventud se dedicó a la docencia en la Universidad de Oxford, como miembro de Oriel College. Con apenas veinticuatro años fue ordenado presbítero de la Iglesia anglicana y, pocos años después, nombrado párroco de Santa María, la iglesia universitaria de Oxford. Promovió, junto con otros clérigos y académicos, el “Movimiento de Oxford”, que traería un renacer espiritual dentro del anglicanismo y, doce años más tarde, le llevaría a ser recibido en la Iglesia católica, en la que fue ordenado sacerdote. Fue beatificado en 2010 por Benedicto XVI. La obra de este escritor prolífico incluye sus famosos Sermones parroquiales, predicados en la iglesia de Santa María; sus discursos sobre la naturaleza de la Universidad, recogidos en La idea de la Universidad; Perder y ganar, la novela sobre su conversión, su poemario místico El sueño de Geroncio y Apologia pro Vita Sua, tal vez su obra más conocida.

Palzol (Pablo Alzola)

DATOS DEL LIBRO

Título – Apologia pro Vita Sua

Autor – John Henry Newman

Páginas – 424 págs.

Precio – 21 €

Editorial – Ediciones Encuentro

Lugar y año de publicación – Madrid, 1996

Traducción – Victor García Ruiz y José Morales

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