La ciudad solitaria es un ensayo escrito con tanta sensibilidad como dureza. Olivia Laing recorre la vida de Edward Hopper, Andy Warhol, Henry Darger y David Wojnarowicz, cuatro artistas que desarrollaron su carrera en Nueva York. Enlaza sus vidas y obras a través de un tema común: la soledad. Describe cómo cada uno de estos artistas se enfrenta a la soledad, al abandono, desde su infancia y a lo largo de toda su vida, tanto por su entorno familiar como por la acción de las autoridades. La idea romántica del artista marginal y excluido se desembaraza de la poética triunfalista y se presenta aquí crudamente en su expresión más desoladora.
La autora analiza de qué forma el arte acompaña a los solitarios y se adentra en su mundo interior con un estilo delicado. Al mismo tiempo, denuncia con fuerza la opresión política y social bajo la que han vivido las minorías, especialmente en Nueva York, durante los años setenta. Las manifestaciones artísticas parecen exponer ante el mundo las heridas de una sociedad que sufre el aislamiento progresivo de aquellos individuos considerados no aptos para la convivencia – como fueron los enfermos de sida. Laing dedica muchas páginas a describir los sórdidos y vibrantes ambientes neoyorkinos en los que se movían Warhol y Wojnarowicz. Con su relato cargado de compasión y ecuanimidad, ofrece una profunda comprensión de la escena artística de la época, así como de la situación emocional de sus protagonistas. La narración toma un cariz autobiográfico por momentos, ya que la autora también se encuentra sola en la Nueva York del siglo XXI (la ciudad por excelencia), y a través de su relato, conecta el pasado con el presente, entreteje sus recuerdos con las vidas de estos artistas y logra crear una obra de fuerte intimidad.
Laing utiliza muchos símbolos para describir la soledad, su estilo es rico y descriptivo, crea imágenes poderosas que no caen en el sentimentalismo. Las vidas y psicología de los artistas que vertebran el ensayo son complejas, cargadas de sufrimiento producido por circunstancias económicas, complejos físicos, traumas y experiencias. La autora se aproxima al dolor con inmenso respeto, casi con veneración. El arte se erige como un canalizador de las frustraciones de la vida y así lo defiende Laing cuando relata la historia de Drager, un conserje cuya obra artística valorada póstumamente puede resultar polémica o violenta. En la interpretación de Laing prevalece la mirada amable y contextualizada, que une de forma admirable el mundo interior del artista con sus universos de ficción. El lector entiende que detrás del arte “raro”, marginal y excluido hay un grito de auxilio que no deja de ser universal y que todos, en mayor o menor medida, hemos lanzado con el deseo de ser escuchados, de conectar.
Podría escoger cualquier fragmento al azar de este libro, ya que está escrito de una forma magnética y fascinante; sin embargo, opto por incluir aquí uno de los párrafos conclusivos:
“Son muchas las cosas que el arte no puede hacer. No puede devolver la vida a los muertos, no puede reparar las peleas entre amigos, curar el sida o detener el avance del cambio climático. A pesar de todo, tiene funciones extraordinarias, una extraña capacidad de negociación entre las personas, incluso aquellas a las que nunca hemos llegado a conocer y, sin embargo, se infiltran en las vidas de otros y las enriquecen. Tiene la capacidad de crear intimidad; tiene su manera de curar las heridas y, mejor aún, de mostrar que no todas las heridas necesitan curarse y no todas las cicatrices son feas.”
Marina
DATOS DEL LIBRO
Título: La ciudad solitaria
Autora: Olivia Laing
Traductora: Catalina Martínez Muñoz
Páginas: 279
Precio: 18,95€
Editorial: Capitán Swing
Lugar y año de publicación: España, 2017