«Son dos palabras muy maravillosas para mí, porque las escuchaba cuando era niña, y significaban todo tipo de cosas. ‘¡Ay, vida querida!’ a veces significaba nada más que uno estaba abrumado por todo lo que tenía que hacer. Me gusta el contraste entre eso y las palabras ‘vida querida’, que son tal vez una gozosa resignación, pero cuando decimos «querida» -la palabra-, no convoca tristeza. Convoca algo precioso.»
En Mi vida querida hay dos partes. Una contiene relatos de ficción, diez en total, y la otra, al final, cuatro piezas (El ojo, Noche, Voces y Vida querida), que diría que van de menos a más y a más aún. Son trozos de la etapa infantil de Munro. Ha elegido esos y no otros. El libro acaba en alto; con un tono honesto e íntimo, de recuerdo real, mezclando narración y duda sobre el pasado, porque han pasado ya treinta, cuarenta o cincuenta años, y cuando trata de ver a las personas que formaron parte de su vida, mirándola, cuidándola o salvándole la vida, debe esquivar perfiles desdibujados y sortear las trampas que le pone su memoria.
Alice Munro ganó el premio Nobel de Literatura en el año 2013. De ella he leído Demasiada felicidad y este, todo relatos, que es su vehículo de expresión preferido.
Escribe frío, Munro. No sólo por los ambientes en los que coloca a menudo a sus personajes, en el invierno Canadiense, sino por su caracterización. Munro no excava en los personajes, salta de uno a otro, da pinceladas donde no hay gente. Solamente les hace hablar a través de sus decisiones, pero el lector no se hace una idea completa de cómo son. Siguen siendo desconocidos al acabar el relato. Suele escoger mujeres porque afirma que siendo mujer no ve cómo podría caracterizar fielmente a un hombre. Estas mujeres, ya sean chiquillas, jóvenes, maduras o ancianas, destilan la misma frialdad en los relatos de la autora canadiense. Frialdad a veces en sus pensamientos (una de ellas confiesa que en las noches de insomnio siente deseos de estrangular a su hermana pequeña), en sus decisiones, en sus relaciones y formas de afrontar realidades como la muerte o el suicidio. Frialdad en las descripciones de sus propios padres. Como si quisiera decir, «No pongas esa cara de sorpresa, eran así, ¿cómo quieres que los recuerde?»
En algún cuento sus personajes se le aparecen distantes al lector, lejanos. No se dan explicaciones cuando cambian de improviso porque no se sienten bien respecto a la vida. Miran inexpresivamente la tragedia, siguen adelante estoicamente. Me puse a pensar en otros autores fríos. Delibes es crudo, pero sabe ser entrañable, y sus personajes nos calan (Las ratas, El camino); Cormac McCarthy describe a personas diferentes, los que tienen alma y los que parecen haberla perdido (No es país para viejos); Richard Ford dibuja a F. Bascombe como alguien indiferente, cínico y pétreo, pero tiene mucho fondo humano su carácter, y llegamos a apreciar las debilidades del periodista deportivo y agente inmobiliario. Lo conocemos, lo comprendemos. Pero, ¿estos personajes de Alice Munro? Sigue habiendo algo grande en su forma de escribir, solo me llama la atención el color que predomina en su narración. Claro que tienen algo sus cuentos, pero es algo feo y triste. Y lo increíble es comprobar como pinta lo anodino e inhóspito con textos tan bellos.
Llaman la atención además las reivindicaciones feministas de sus relatos, su hostilidad hacia el cristianismo, que siempre aparece bajo comportamientos estúpidamente rígidos y absurdos. Claro que ella lo dice claramente, no se esconde, incluso algún personaje suyo es una contradicción en sí mismo, como cualquier persona por dentro. Lo que quiero decir es que se intuye la manera de pensar que tiene Munro en ciertos temas, y uno podría suponer que sus personajes encarnarían estas opiniones; pero a veces la autora canadiense te quiebra y te esconde el siguiente golpe literario. Y se agradece.
La guerra, la religión, el feminismo, las relaciones de padres e hijos, el pasado como lastre son algunos de los temas que Munro trata en estos diez primeros relatos. Especialmente buenos me parecieron Grava y Tren. Pero la parte final es la mejor con diferencia. El tono se vuelve más personal, más espontáneo, menos creado. Es ella colocando sus recuerdos en el escaparate, y, aunque aclara que esta última parte no es del todo autobiográfica, también afirma: «…porque esto no es un cuento, tan sólo es la vida..» El lector disfrutará esta parte y entenderá un poco más a Alice Munro.
Os dejo un fragmento del relato Dolly:
Franklin dijo que eso era importante. De ninguna manera queríamos que pasaran uno o dos días, o incluso una semana, hasta que nos descubrieran. Tampoco queríamos dejar el coche abandonado y que la policía tuviera que abrirse paso entre los árboles en busca de unos restos que quizá fueran ya entretenimiento de los coyotes. Además no debíamos elegir un día demasiado melancólico. Nada de lluvia ni de primeras nieves. Que las hojas hubieran cambiado de color, pero que resistieran aun en los árboles. Bañadas en oro, igual que ese día. Aunque quizá mejor que no luciera el sol, porque nos daría la sensación de que estropeábamos el dorado, el resplandor del día. Discrepamos acerca de la nota. O sea, sobre si dejar una nota o no. A mí me parecía debíamos una explicación. La gente tendría que saber que no era cuestión de que hubiera aparecido una enfermedad mortal, ni un dolor que ofuscara la perspectiva de una vida digna. Debían saber que se trataba de una decisión lúcida, casi alegre, podría decirse. Irse cuando la cosa todavía va bien. No. Me desdije. Qué frivolidad. Eso sería un insulto. Para Franklin cualquier explicación era un insulto. No a los demás, sino a nosotros mismos. A nosotros mismos. Nos pertenecíamos a nosotros mismos y al otro, y cualquier explicación se le antojaba un lloriqueo. Aunque lo entendía, yo seguía sin estar de acuerdo. Y ese hecho concreto, que no nos pusiéramos de acuerdo, al parecer le quitó la idea de la cabeza. Era una estupidez, dijo Franklin. A él quizá la valiera, pero yo era demasiado joven. Podíamos volver a hablarlo cuando tuviera setenta y cinco años. Le dije que lo único que me preocupaba un poco era que se diera por hecho que en nuestras vidas no iba a pasar nada más. Nada que nos importara de verdad, nada por decidir.
Fragmento
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DATOS DEL LIBRO
Título – Mi vida querida
Autor – Alice Munro
Páginas – 336
Precio – 22.90 euros
Editorial – Lumen
Año de publicación – 2013
ISBN – 9788426421395