Niveles de vida es una reflexión sobre lo que el ser humano es capaz de hacer, de decir y de sentir, en cada uno de los escalones de la vida. Podemos elevarnos, volar; también aterrizar y andar por el suelo, como hace la mayoría; y podemos también hundirnos.
La primera parte del libro se titula El pecado de la altura y, en ella, Julian Barnes (Leicester, Reino Unido, 1946) escribe sin apenas diálogos y con un estilo de crónica la historia de tres personajes singulares con un rasgo en común, los globos aerostáticos. En la segunda, el foco narrativo se acerca a uno de ellos, Fred Burnaby, más de cerca y vemos como la crónica pierde su tono de anécdota y se torna en algo más concreto e íntimo, en una historia de amor. Esta segunda parte se denomina En lo llano.
Con la imagen del globo aerostático siempre presente en la obra, Barnes arranca el libro hablándonos de aquellos hombres que, de algún modo, osaron desafiar a Dios al elevarse sobre las nubes, y de sus hazañas. Según lee el relato, me imaginé estar viendo una película muda en blanco y negro.
La primera ascensión de la historia en un globo de hidrógeno la realizó el físico Jacques Charles el 1 de diciembre de 1783. «Cuando sentí que me alejaba de la tierra», comentó, «mi reacción no fue de placer, sino de felicidad». Fue «un sentimiento moral», añadió. «Me oía vivir, por decirlo así.» La mayoría de los aeronautas experimentaban algo parecido, incluido Fred Burnaby, que procuró en principio no sucumbir al rapto. Muy por encima del Canal de la Mancha, observa el vapor del paquebote que navega de Dover a Calais, reflexiona sobre la más reciente insensatez y abominable proyecto de construir un túnel en el Canal y luego, brevemente conmovido, experimenta un sentimiento moral. «El aire era ligero y respirarlo era delicioso, libre como estaba de las impurezas que enrarecen la atmósfera cerca del globo. Se me ensanchó el ánimo. Era agradable estar por el momento en una región donde no hay cartas ni una estafeta de correos cercana, sin preocupaciones y, sobre todo, sin telegramas»
Después Barnes nos hace aterrizar poco a poco y nos habla del coronel Fred Burnaby, y de Sarah Bernhardt, una famosa actriz francesa de comienzos de la Belle Epoque. Y no diré más.
Estas dos últimas partes son especialmente bellas tanto por sus imágenes plásticas como por el estilo suave y fluido, elegante hasta casi parecer francés, con que el escritor inglés narra un pedazo de la vida de estos dos seres tan distintos.
Por último, en ‘Pérdida de profundidad’, el narrador, el propio Barnes, en tono de confidencia, hablará de sí mismo, y nos sorprende con otro giro, todavía más íntimamente profundo; tanto, que leerlo es como bucear por el alma en estado de desolación reposada del escritor. El escritor diserta sobre la pérdida de su mujer, Pat Kavanagh, fallecida en 2008 a los 68 años. A ella está dedicado el libro.
Así, este último tramo trata del dolor que no se cura, y cómo unos pocos años después Barnes intenta aún hallar la manera de sobrellevarlo y asumirlo. La muerte. ¿Hasta qué punto cambia la vida de los que se quedan? ¿Cómo afecta a nuestro entorno más próximo? ¿Cómo se afronta el duelo?
Barnes medita sobre estas y otras preguntas sobrevolando la muerte como los buitres.
El dolor propio no arroja luz sobre el ajeno. La aflicción, como la muerte, es banal y única. Es decir, una comparación trivial. (…) Nuestro duelo se ajusta a nuestro carácter. Esto también parece obvio, pero estamos en un tiempo en el que nada parece o se considera obvio.
Por eso, Barnes, que sabe que esta sociedad no quiere oír hablar de la muerte ni el sufrimiento, nos alarga esta última parte para que la miremos y tratemos de hacernos a la idea de por lo que él esta pasando. Otro escritor británico, C.S. Lewis, escribió en 1960 una obra que seguía la misma línea, Una pena en observación. Aunque se hacen preguntas similares, ambos ofrecen respuestas diferentes.
Aunque pueda parecer que no, las tres partes de esta obra son historias independientes pero conectadas al mismo tiempo, y ahí reside parte de su encanto. Editado por Anagrama y con una portada bellísima, que anticipa un contenido profundo e igualmente bello, esta breve obra es el último regalo de Julian Barnes y mi primer encuentro con él. Otra de sus obras, El sentido de un final (Anagrama, 2011), recibió el Premio Booker, uno de los más prestigiosos del mundo en habla inglesa.
Os dejo otro fragmento:
Estaban justo encima de la nube, debajo del sol, y a Burnaby acababan de animarle a que se quitara la chaqueta y se sentara, satisfecho, en mangas de camisa. Uno de los tres fue el primero en ver el fenómeno y llamó la atención de los otros dos. El sol estaba proyectando sobre la masa de la nube algodonosa que había debajo la imagen de su nave: la bolsa de gas, la barquilla y, claramente perfiladas, las siluetas de los tres aeronautas. Burnaby lo comparó con una fotografía colosal. Y los mismo ocurre con nuestra vida: tan clara, tan segura, hasta que por una razón u otra -el globo se mueve, la nube se dispersa, el sol cambia de ángulo- la imagen se pierde para siempre, se torna accesible sólo al recuerdo, se convierte en anécdota.
CSDL
DATOS DEL LIBRO
Título – Niveles de vida
Autor – Julian Barnes
Páginas – 152
Precio – 14.90 euros
Editorial – Anagrama
Lugar y año de publicación – Barcelona, 2014
ISBN – 9788433979049
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