Basil Hallward es un joven pintor en la sociedad inglesa de la etapa victoriana que ha encontrado la perfecta inspiración, el modelo ideal. Ésta inspiración la encarna Dorian Gray, un joven inocente y delicado, moldeable e inconsciente de sus extraordinarias cualidades físicas. Hasta que entra en escena lord Henry Wotton, joven de ideas originales y paradójicas, atractivas por inusuales, sobre la juventud, la virtud, la religión o el amor, que con su labia y encantos fascina a Dorian y le hace plenamente consciente de su belleza, cambiando su modo de ver las cosas e indirectamente toda su existencia.
El retrato de Dorian Gray es una reflexión sobre el valor meramente parcial que tantas veces le damos a la belleza. El joven Dorian representa la plenitud de la juventud, la eterna primavera, que sin embargo pierde sentido si no tiene un límite natural y a la que a veces se sobrestima en exceso. Algunas personas dedican su vida a contemplar su juventud con nostalgia, tratando de mantenerla a toda costa, hasta que sus vidas terminan sin haber podido disfrutar de la vida desde otra perspectiva también valiosa, más experimentada y madura. Viven mirando siempre hacia atrás.
La sociedad inglesa que describe Oscar Wilde es el paradigma de la artificiosidad, está compuesta por lores y duquesas ociosos, cuyas vidas están dedicadas a ir al teatro y a la ópera, organizar bailes y cenas sociales con otros lores y duquesas para así pasar el rato. El rumor y el cotilleo es el entretenimiento preferido y la apariencia y la reputación son lo más valorado. Nada más que ocio y recreo, vidas vacías, redundantes, eternamente sedientas.
De Oscar Wilde se decía que era un gran conversador. En esta obra, su única novela, deja constancia de tener un gran repertorio de opiniones y conocimientos sobre diversos temas: la obra contiene múltiples referencias dramáticas, en particular a las obras de Shakespeare, pero también son evidentes los conocimientos del autor en materia de poesía, religión, historia, moda o antigüedades.
El lector de hoy se extrañará quizá del modo un poco femenino que tiene el autor de narrar o describir ciertos pasajes. Es la delicadeza, la sensibilidad de que están dotados los caracteres masculinos y el modo de relacionarse entre ellos (la relación entre Basil y Dorian llega a describirse como «amistad cercana al amor»), un rasgo diría más habitual en las mujeres que en los hombres. Es posible quizá explicarlo debido a que los personajes están incrustados en un ambiente lleno de cuidados y atenciones, de una vida cómoda y aburguesada, sin esfuerzos físicos ni sobresaltos. De algodones.
El libro es una fábula sobre la idolatría de la belleza física. La moraleja la tendrá que descubrir el lector. Contiene además reflexiones vitales muy interesantes -sobre el perdón, sobre la belleza, sobre el castigo- que le dan si cabe más valor y trascendencia. Valga como ejemplo este párrafo hacia el final de la obra:
«¡Ah, en qué momento de orgullo y ceguera había rezado para que el retrato cargara con la pesadumbre de sus días y él conservara el esplendor, eternamente intacto, de la juventud! Su fracaso procedía de ahí. Hubiera sido mucho mejor para él que a cada pecado cometido le hubiera acompañado su inevitable e inmediato castigo. En lugar de «perdónanos nuestros pecados», la plegaria de los hombres a un Dios de justicia debería ser «castíganos por nuestras iniquidades»»
Os dejo un fragmento:
Mientras giraba la manecilla de la puerta, su mirada se posó sobre el retrato pintado por Basil Hallward. La sorpresa le obligó a detenerse. Luego entró en su cuarto sin perder la expresión de perplejidad. Después de quitarse la flor que llevaba en el ojal de la chaqueta, pareció vacilar. Finalmente regresó a la biblioteca, se acercó al cuadro y lo examinó con detenimiento. Iluminado por la escasa luz que empezaba a atravesar los estores de seda de color crema, le pareció que el rostro había cambiado ligeramente. La expresión parecía distinta. Se diría que había aparecido un toque de crueldad en la boca. Era, sin duda, algo bien extraño. (…)Dejándose caer sobre una silla empezó a pensar. De repente, como en un relámpago, se acordó de lo que dijera en el estudio de Basil Hallward el día en que el pintor concluyó su retrato. Sí, lo recordaba perfectamente: Había expresado un deseo insensato: que el retrato envejeciera y que él se conservara joven; que la perfección de sus rasgos permaneciera intacta, y que el rostro del lienzo cargara con el peso de sus pasiones y de sus pecados.Fragmento
CSDL
DATOS DEL LIBRO
Título – El retrato de Dorian Gray
Autor – Oscar Wilde
Páginas – 288
Precio – 7.95 euros
Editorial – Austral (Espasa)
Lugar y año de publicación – Barcelona, 2000
ISBN – 9788467033939
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