Habréis leído El guardián entre el centeno alguna vez, o, si no, seguro que lo acabaréis haciendo. Ya conocéis o conoceréis a J.D. Salinger. Y quién no. Bueno, pues en esta entrada me gustaría sugeriros que no dejéis de leer además este libro suyo de relatos.
Leerlo es otra manera de acercarse a la figura enigmática y legendaria de un autor que ha fascinado a miles de lectores en todo el planeta. Solo mencionar que, de su única novela, publicada en 1951, se siguen vendiendo cada año 250.000 ejemplares en todo el mundo.
Pero, a lo que iba, sus Nueve cuentos. Sí, deberían leerlos. Los van a disfrutar. Desde el primero al último, cada uno de ellos encierra algo extraño y poderoso; a veces es ternura, a veces una locura inquietante, a veces molesta nostalgia. Terminas uno y, a pesar de las ganas de seguir con el siguiente, te das cuenta de que tienes que parar para saborearlo despacio y reflexionar unas horas, para que cale lo máximo posible.
En algunos de sus relatos Salinger nos enseña, a veces sutilmente y a veces sin contemplaciones, las heridas psicológicas que le causó haber participado en la II Guerra Mundial. En otros rememora lo que parecen ser recuerdos, de infancia y también de un pasado no tan lejano.
Los siete primeros son sensacionales, pero cada uno lo es a su manera. Sensacionales por lo que cuentan y cómo lo cuentan, por los detalles justos y necesarios con los que están amuebladas las descripciones de los ambientes y las personalidades de sus personajes.
Antes de la guerra, Salinger trataba de ser publicado a toda costa en las revistas de la época, pero sobre todo en The New Yorker. Para él representaba la cima. Escribía sin cesar. Era un neurótico de la escritura y cada palabra y coma en sus obras están medidas. Circulan anécdotas acerca del escritor estadounidense, enfadado con sus editores por haber añadido una sola coma a un relato; en una ocasión, Salinger puso fin a una amistad con un colega porque éste no había podido impedir que los editores cambiaran un título al publicar un relato suyo. Él era así.
Con los dos últimos un nuevo Salinger aparece, más meticuloso, frío e irónico. Sobre todo el último, están escritos por una mente genial en los dos sentidos. En Teddy se asombra uno de la capacidad intelectual de un muchacho. Se lo imagina uno como el niño Jesús rodeado de los doctores del templo. Y en el último, El período azul de Daumier-Smith, uno, a pesar de reírse mucho, no acierta a comprender el fondo.
Lo que si es seguro es que, una vez el lector termina la última página y cierra el libro, se habrá quedado con la impresión de que ha leído una obra de un extraordinario literato.
Para terminar, por si están interesados, me gustaría decirles que hay un documental sobre ‘Jerry’ Salinger, dirigido por un tipo llamado Shane Salerno. El trabajo, de dos horas y pico, es bastante expeditivo. Creo que nadie se ha explicado del todo porqué este autor, después de tanto buscar ser publicado, después de tanto esfuerzo, decide, tras unos años de merecida primera línea de la fama, recluirse en una casa en New Hampshire hasta el final de sus días.
Como nadie ha podido llegar a una conclusión, el documental tiene pretensiones de exclusiva mundial, pero cuando lo terminas, sigue habiendo muchas cuestiones en el aire. A pesar de todo, verlo sirve para hacerse una idea más clara de quién era este escritor único, de dónde proceden sus historias, sus personajes, sus obsesiones y sus heridas. Y desde luego, el que lo vea se hará una idea de la repercusión que tuvo, que tiene, y que seguirá teniendo en tantas personas su poco prolífica obra. Varios personajes públicos (escritores, actores y directores de cine, editores, críticos) aparecen hablando sobre El guardián entre el centeno. Uno de ellos comenta sonriendo: «Cuando eres un crío y lees El guardián entre el centeno, piensas: Oh, Dios mío, por fin alguien lo entiende.»
Os dejo un fragmento:
– ¿Nunca usas gorro de baño ni nada de eso? -preguntó él.
– No me sueltes-dijo Sybil-. Sujétame, ¿quieres?
– Señorita Carpenter, por favor. Yo sé lo que estoy haciendo -dijo el joven-. Ocúpate sólo de ver si aparece un pez plátano. Hoy es un día perfecto para los peces plátano.
– No veo ninguno -dijo Sybil.
– Es muy posible. Sus costumbres son muy curiosas. Muy curiosas.
Siguió empujando el flotador. El agua le llegaba al pecho.
– Llevan una vida triste -dijo-. ¿Sabes lo que hacen, Sybil?
Ella negó con la cabeza.
– Bueno, te lo explicaré. Entran en un pozo que está lleno de plátanos. Cuando entran, parecen peces como todos los demás. Pero, una vez dentro, se portan como cerdos, ¿sabes? He oído hablar de peces plátano que han entrado nadando en pozos de plátanos y llegaron a comer setenta y ocho plátanos -empujó al flotador y a su pasajera treinta centímetros más hacia el horizonte-. Claro, después de eso engordan tanto que ya no pueden salir. No pasan por la puerta.
– No vayamos tan lejos -dijo Sybil-. ¿Y qué pasa después con ellos?
– ¿Qué pasa con quiénes?
– Con los peces plátano.
– Bueno, te refieres a después de comer tantos plátanos que no pueden salir del pozo?
– Sí, dijo Sybil.
– Mira, lamento decírtelo, Sybil. Se mueren.
– ¿Por qué? – preguntó Sybil.
– Contraen fiebre platanífera. Una enfermedad terrible.
– Ahí viene una ola – dijo Sybil, nerviosa.
– No le haremos caso. La mataremos con la indiferencia -dijo el joven-, como dos engreídos.
Fragmento de Un día perfecto para el pez plátano
CSDL
Enlaces de interés
Para Jerome, con amor y sordidez – Artículo en El País, a raíz de la publicación de El guardián de los sueños, escrito por la hija de Jerome David Salinger.
DATOS DEL LIBRO
Título – Nueve cuentos
Autor – Jerome David Salinger
Páginas – 288
Precio – 23 euros
Editorial – Edhasa
Lugar y año – Barcelona, 2001
ISBN – 9788435009010
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