A principios del siglo XX, en el Oeste americano, en Montana, donde la escala no parece estar hecha para el hombre, donde la vasta naturaleza todavía es salvaje y los pioneros hincan los primeros picos en la roca virgen, en ese paisaje arcaico el viudo Oliver Millirion y sus tres hijos se abren paso en la vida.
Marias Coulee es un pequeño pueblo de granjeros que cuenta con una escuela unitaria, un aula para todos los niños del pueblo. Y Oliver es un hombre bondadoso que intenta sacar adelante a su familia, pero que no logra ser padre y madre en la dura vida que se le exige al hombre que ha arriesgado todo para asentarse en el Oeste. En ese contexto, aparece Rose, ama de llaves que solucionará los problemas domésticos de Oliver, y el hermano de esta, Morris, que, por diversas circunstancias, acabará siendo un perfecto maestro de escuela. Sobre esa irrisoria institución educativa pivotan las esperanzas de civilización de una comunidad humana anclada en un paisaje indómito.
Los intrépidos granjeros se sienten llamados a esa primogenitura adánica de la dominación (perdón por los palabros de tono bíblico, pero América era entonces el Nuevo Mundo). Se puede decir que pocas historias como la conquista del Oeste –la conquista lenta de la azada y el buey– logran pintar siempre cuadros de la vida colectiva tan épicos y genuinamente humanos. Recomiendo dos libros al respecto: “Ángulo de Reposo”, de Wallace Stegner y “Pioneros”, de Willa Cather. En este caso, Doig elabora un texto más sencillo, más casero, que los autores mencionados, pero donde también queda patente el carácter heroico de esos granjeros.
La novela no contiene una trama que se desenvuelva con fuerza, aunque tiene algún requiebro sorprendente. El autor nos presenta un entramado de historias entrañables, donde queda reflejada la nobleza humana, la ternura femenina en la familia y el proceso de maduración de los niños de antes –los niños al aire libre–, cargado de experiencias llenas de significado.

Ivan Doig
Doig centra su atención en los personajes. Ese equilibro, entre el relato sencillo y la profundidad de los protagonistas –cincelados con mimo, como obras maestras–, deja una novela de tono sosegado, de ritmo lento. El acercamiento a los personajes es concéntrico, como en la realidad: es como si los estuvieras conociendo, sin tener que describirte directamente cómo son. Por eso, al principio, la sensación es la de estar ante un cuento fácil, pero al mirar atrás y ver su modo de narrar, tan vivo y natural, tan poco artificioso, te das cuenta de que estás ante un maestro narrador, de que no hay mejor forma de narrar que esta, donde casi ni te das cuenta de que estás leyendo. Parece un arte antiguo, una forma distinta de contar historias.
Ivan Doig (Montana, 1939 – Washington, 2015) está considerado uno de los mejores cronistas del Oeste americano. Ha sido finalista del National Book Award.
Os dejo un fragmento muy breve:
“En fin…, como habría dicho Rose. Unas cosas se van y otras se quedan. Los estudiosos de la mente explican por qué ciertos hitos en nuestras vidas nunca nos abandonan: el primer amor, la muerte de nuestros padres, una mudanza. Sin embargo, nada puede explicar por qué perduran otros retazos de tiempo. Al final de esta tarde, agotado, pero todavía bullendo de determinación, emprendí la vuelta a casa a sabiendas de que comenzaba el siguiente capítulo de nuestras vidas”
Suso R.R.
DATOS DEL LIBRO
Título – Una temporada para silbar
Autor – Ivan Doig
Editorial – Libros del Asteroide
Páginas – 349
Precio – 21,95 €
Lugar y año de publicación – Barcelona, 2011
ISBN – 978-84-92663-42-2
Traducción – Juan Tafur
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