Una escalera vecinal de un edificio habitado en su mayoría por gente de economía humilde es el epicentro de las distintas conversaciones y contiendas de los inquilinos que viven en el bloque. A través de este marco tan concreto, Buero Vallejo nos muestra teatral y simbólicamente la realidad de una España de posguerra desorientada, con sus penurias, desigualdades sociales, tribulaciones y dualidades.
La obra se inicia con la aparición del cobrador de la luz, que pone de manifiesto los problemas económicos de algunos miembros de la comunidad, y deja en especial evidencia a doña Asunción, madre de Fernando, un joven con aspiraciones de escritor que idealiza los tiempos venideros proyectándolos fuera de los muros de la vecindad, y asegura a su amada un futuro prometedor. No obstante, la realidad parece tornarse mucho más compleja, tanto en el sentido laboral como en la relación de ambos, que será objeto de juicios ajenos y problemas propios.
En esta obra, como en el resto del teatro de Buero Vallejo, no estamos leyendo una serie de problemas de personajes planos y estereotipados: podemos entrever en ellos la complejidad entre tener unas aspiraciones y los propios defectos, conjugados estos con las dificultades externas que ofrece la vida. Por otro lado, en las distintas conversaciones, disputas y embrollos amorosos que transcurren en esta comunitaria escalinata, el lector es testigo de los contrastes de los personajes, que viven en gran medida en un mundo de apariencias, intrigas, juicios severos y envidias acerca de los otros que conviven bajo el techo de este convulso edificio. A través de sus relaciones y pensamientos vislumbramos tanto la lucha por la supervivencia como ideales que encubren grandes egoísmos y frustraciones. Se puede observar también como se establecen ciertas relaciones de interés quedando a la sombra los verdaderos sentimientos. En resumen: un compendio de dificultades e infelicidades.
A lo largo de tres actos entre los que transcurren treinta años (diez del primero al segundo y veinte del segundo al tercero) descubriremos los enredos y desavenencias de tres generaciones que anhelan prosperar y alcanzar sus metas y desasirse de sus particulares miserias. De este modo, Buero Vallejo construye una historia sencilla a la vez que profunda y, a pesar del paso del tiempo, actual: sobre la lucha del ser humano por mantener sus esperanzas, al borde del límite que separa la realidad de la utopía.

Representación de Historia de una escalera
Este drama fue escrito entre 1947 y 1948, estrenándose en el Teatro Español de Madrid el 14 de octubre de 1949, año en que recibió el Premio Lope de Vega. Su autor combina el lenguaje culto y descriptivo de las acotaciones con unos diálogos cercanos y fluidos a la par que elaborados, de cómodo acceso para todo tipo de público, que es fácilmente enganchado por la trama de complejas situaciones que se darán entre estos inquilinos, conformando una historia de gran expresividad dramática a través de un simbolismo y una crítica comprensible.
Os dejo parte de un diálogo entre Fernando y Urbano, otro de los protagonistas, que confronta su personalidad con su interlocutor. Al primero se le dibuja como a un soñador mientras el segundo tiene un carácter más realista, aunque no estará exento de problemas. Aquí se ponen de manifiesto algunas inquietudes:
FERNANDO.- (Más calmado y levemente despreciativo.) ¿Sabes lo que te digo? Que el tiempo lo dirá todo. Y que te emplazo. (URBANO le mira.) Sí, te emplazo para dentro de… diez años, por ejemplo. Veremos, para entonces, quién ha llegado más lejos; si tú con tu sindicato o yo con mis proyectos.
URBANO.- Ya sé que yo no llegaré muy lejos; y tampoco tú llegarás. Si yo llego, llegaremos todos. Pero lo más fácil es que dentro de diez años sigamos subiendo esta escalera y fumando en ese casinillo.
FERNANDO.- Yo, no. (Pausa.) Aunque quizá no sean muchos diez años… (Pausa)
URBANO.-¡Vamos! Parece que no estás muy seguro.
FERNANDO.- No es eso, Urbano. ¡Es que le tengo miedo al tiempo! Es lo que más me hace sufrir. Ver cómo pasan los días, y los años…, sin que nada cambie. Ayer mismo éramos tú y yo dos críos que veníamos a fumar aquí, a escondidas, los primeros pitillos… ¡Y hace ya diez años! Hemos crecido sin darnos cuenta, subiendo y bajando la escalera, rodeados siempre de los padres, que no nos entienden; de vecinos que murmuran de nosotros y de quienes murmuramos… Buscando mil recursos y soportando humillaciones para poder pagar la casa, la luz… y las patatas. (Pausa.) Y mañana, o dentro de diez años que pueden pasar como un día, como han pasado estos últimos… ¡sería terrible seguir así! Subiendo y bajando la escalera, una escalera que no conduce a ningún sitio; haciendo trampas en el contador, aborreciendo el trabajo,.., perdiendo día tras día… (Pausa.) Por eso es preciso cortar por lo sano.
URBANO. – ¿Y qué vas a hacer?
FERNANDO.-No lo sé. Pero ya haré algo.
URBANO.- ¿Y quieres hacerlo solo?
FERNANDO.- Solo.
URBANO.- ¿Completamente? (Pausa.)
FERNANDO.- Claro.
URBANO.- Pues te voy a dar un consejo. Aunque no lo creas, siempre necesitamos a los demás. No podrás luchar solo sin cansarte.
Antonio Buero Vallejo (Guadalajara, 1916 – Madrid, 2000) fue pintor y dramaturgo. En 1933 ingresó en la Escuela de Bellas Artes de Madrid, pero abandonó su actividad pictórica a raíz de la Guerra Civil española (1936-1939). En 1972 ingresó en la Real Academia Española. En 1986 recibió el premio Cervantes y en 1996 en Nacional de las Letras, siendo la primera vez que este premio se concede a un autor exclusivamente dramático. Fue un escritor prolífico que compuso en torno a 30 obras teatrales, siendo algunas de las más conocidas La Fundación o En la ardiente oscuridad. Destacó por ser un autor simbólico, dado a la crítica social o al drama histórico. Es considerado uno de los dramaturgos de más altura y prestigio del siglo XX.
Enlaces de interés:
Entrevista a Antonio Buero Vallejo (1981) : Javier Tussel entrevista al dramaturgo en una edición del programa De cerca.
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