Un hijo que, de pronto, parece mirar a su madre por primera vez como su madre y todo lo que ello conlleva cuando percibe que, quizá, ya no la vea nunca más; la estupidez de un tipo que se empeña en continuar analizando todo racionalmente cuando su esposa le está diciendo que le deja después de muchos años; el relato de la llamada por teléfono de una desconocida a medianoche y la conversación que termina provocando en una pareja; el final (imaginado) de la vida del gran Antón Chéjov; el individuo que añora una normalidad que al lector le parece anodina; y el relato de El elefante, con el que, por primera vez, Carver me ha resultado cómico y cuyo desenlace es algo especial. Todos ellos relatos muy de su estilo, pausados, poéticos y existenciales, llenos de personajes grises.
Me gusta cómo narra Raymond Carver y todavía no sé definir bien, con las palabras exactas, el porqué. He leído varios libros de sus relatos (Principiantes, Si me necesitas, llámame, ¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor?) y todos tienen algo que compartes, que te ha pasado. Sabes exactamente a qué se refiere, y eso es muy atractivo en su escritura, en sus historias. Nadie ordena las palabras como lo hace él. El autor norteamericano tiende finos hilos desde lo cotidiano a lo trascendente, de lo material a lo etéreo, lo más profundo de nuestro ser. En Tres rosas amarillas se reconoce al Carver de siempre, quizá un poco más esperanzado o, al menos, no tan existencial. Mirando hacia arriba y no hacia el abismo.
Raymond Carver (1939-1988) fue un admirador de William Faulkner y Antón Chéjov. Su obra se compone esencialmente de varios poemarios (ninguno traducido al castellano) y magistrales colecciones de relatos (Catedral, ¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor? o Si me necesitas, llámame). Fue en esta última vertiente donde el escritor alcanzó fama internacional. Un cáncer de pulmón le mató a los 50 años.
Os dejo un fragmento:
No sé porqué, pero entonces recuerdo el apelativo cariñoso que mi padre solía emplear cuando era amable con ella (es decir, cuando no estaba borracho). Es algo ya muy lejano, de cuando yo era un niño, pero al oírlo siempre me sentía mejor, con menos miedo, más esperanzado hacia el futuro. Querida mía, decía. La llamaba «querida mía» algunas veces. Un apelativo tierno. «Querida mía -le decía-, si vas a la tienda, ¿podrás traerme unos cigarrillos?» O bien: «Querida mía, ¿estás mejor de ese resfriado?» «Querida mía, ¿has visto mi taza de café?»
Las palabras brotan de mis labios antes de pensar incluso qué decir a continuación: «Querida mía.» Las repito. La llamo «querida mía». Querida mía, procura no tener miedo», le digo. Le digo que la quiero y que sí, que le escribiré. Luego le digo adiós y cuelgo el teléfono.
Durante un rato no me muevo de la ventana. Me quedo allí de pie, mirando hacia las casa iluminadas del vecindario. Un coche deja la carretera y entra en el jardín de una casa. Se enciende la luz del porche. Se abre la puerta de la casa y sale alguien y se queda en el porche, esperando.
Jill pasa las páginas del catálogo, y de pronto se detiene y deja de hacerlo.
-Esto es lo que necesitamos -dice-. Se acerca mucho a lo que tenía pensado. Mira esto, ¿quieres?
Pero yo no miro. Me importan un rábano las cortinas.
-¿Qué es lo que miras ahí fuera, cariño? -dice Jill-. Dime.
¿Qué puedo decirle? Las personas a quienes miro se abrazan en el porche unos instantes y después entran juntos en la casa. Dejan la luz encendida. Luego caen en la cuenta y la apagan.
CSDL
DATOS DEL LIBRO
Título – Tres rosas amarillas
Autor – Raymond Carver
Nº de páginas – 160
Precio – 7.90 euros
Editorial – Anagrama
Año y lugar de publicación – Barcelona, 1997
ISBN – 978-84-3391-484-2
Traducción – Jesús Zulaika
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with colleagues.
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Rgrds!
Max Estrella
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Fantástico libro este del que hablas, justo lo estoy leyendo ahora. Carver siempre ha sido una de mis principales inspiraciones a la hora de escribir.
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