A raíz de la promoción y buena acogida que se la ha dado al último libro de Fernando Aramburu, Patria, recordé que había leído otro, mucho más breve y de similar temática, que me dejó una profunda huella.
Un hombre ve cómo la imprenta local a la que había dedicado media vida quiebra y, empujados por la necesidad, junto a su mujer e hijo, terminan trasladándose «al norte, que al fin y al cabo era lo que más cerca teníamos, a uno de los grandes pueblos industriales de una de las verdes y neblinosas cuencas guipuzcoanas.»
El cambio trae la tranquilidad económica y por un tiempo las cosas marchan bien, incluso llega a nacer un segundo hijo. Sin embargo, madre e hijo empiezan a traer a casa nuevas ideas, metiendo en el hogar esas nubes grises tan frecuentes en el País Vasco, lo cuál les transforma, poco a poco al principio y luego más rápidamente, hasta desembocar en tragedia. Estas ideas no son otras que las que tuvieron durante tantos años el control sobre gran parte de la sociedad vasca a través de la intimidación, simbolizadas por ETA. Sin embargo, nunca en el libro se menciona a la banda terrorista.
Produce rabia leer muchos pasajes de este libro. Realmente, algunas veces, cuando es buena, la literatura te pone casi completamente en la piel de otro y tiene el poder de hacerte probar el sufrimiento y la amargura. Este libro es un claro ejemplo. Se palpa el sufrimiento y la soledad, el desamparo. Te hace necesitar dejar de leer por momentos.
El protagonista se encara con todo ello y muestra verdadera dignidad, valentía y libertad, la que no usa la fuerza ni a veces la palabra ante tal nivel de envenenamiento y ceguera, la que hace frente sin plegarse a los matones. El autor distingue claramente lo bueno de lo malo, y reflexiona sobre la sinrazón y sus orígenes, y muestra cómo el odio crea odio, y luego sólo deja cadáveres, físicos o metafóricos, por el camino.
Es llamativa además la abundancia de simbología en la historia, en especial reiteradas referencias a las aves carroñeras y a signos religiosos cristianos tales como la cruz o el Jardín del Edén, el paraíso de Adán y Eva.
J. Á. González Sainz es un escritor, ensayista, profesor y traductor, nacido en Soria en 1956. Profesor de literatura en Venecia desde 1982, fundó Archipiélago, la importante revista cultural, en 1988, la cuál cerraría en 2008. Colabora irregularmente en periódicos y revistas (El País, El Mundo, Letra Internacional). Obtuvo el Premio Herralde de Novela por Un mundo exasperado (1995); otras publicaciones suyas son Los encuentros (1989), Volver al mundo (2003) y El viento en las hojas (2014), todas publicadas por la editorial Anagrama.
Os dejo un fragmento:
Día tras días, hiciera el tiempo que hiciera, más benigno al principio pero cada vez más metidos en las inclemencias del invierno, bajo el paraguas o enfundado en su tabardo, y por más que arreciaran frente a ellos los insultos y los desprecios e incomprensiones —por más que cundiera quizá sobre todo la indiferencia inducida—, parecía permanecer allí de pie imperturbable para recordar ante quien quisiera hacerlo que unas cosas son justas y otras injustas; que unas son atinadadas y otras un completo desatino se mirara por dónde se mirara; que unas traen el bien incluso en general y otras nada más que calamidades y atrocidades (…) Y que si se renuncia a recordarlo y a tenerlo en cuenta en cada uno de nuestros actos, se renuncia a lo irrenunciable, a lo que hace dignos a los hombres de ser hombres y convivir entre hombres y los hace capaces de cosas verdaderamente nobles y no de verdaderas y colosales engañifas, de cosas verdaderamente libres y no engreída y rastreramente serviles y, a la corta o a la larga, contraproducentes para todos.
CSDL
DATOS DEL LIBRO
Título – Ojos que no ven
Autor – J. Á. González Sainz
Editorial – Anagrama
Páginas – 160
Precio – 15 euros
Lugar y año de publicación – España, 2009
ISBN –978-84-339-7204-0