La diferencia entre un tratado pedagógico y Mal de escuela es que no propone teorías sobre cómo debería educarse a un alumno conflictivo, sino que parte de la pura experiencia y no pretende nada más que compartir las anécdotas y reflexiones del autor. Como él mismo cuenta, no es “un libro sobre la escuela, su papel social, la escuela de ayer o la de mañana”, sino un libro “sobre el zoquete, sobre el dolor de no comprender y sus daños colaterales”. Pennac nos invita a volver a las aulas con su talento narrativo y lo consigue desde la primera página. En 2008, con motivo de la publicación del libro, Pennac expresaba con exactitud en una entrevista la injusticia de etiquetar a los alumnos que suspenden una vez tras otra: «Sabe, un cancre [mal estudiante en francés] no es un gandul, aunque puede serlo a consecuencia de su nulidad, de su incapacidad para comprender. Es alguien que no puede jactarse de lo que es ―un gamberro sí puede creerse autorizado a hacerlo― porque sufre o ha sufrido de ello. Como un asmático que nunca se vanagloriará de sus problemas respiratorios, el cancre tampoco lo hará de sus problemas de respiración intelectual».
Pennac fue un cancre, un gandul y un gamberro, y lo pasó mal en el colegio. Pero no lo narra desde el drama: lo suyo es la tragicomedia, una muy divertida y con una tremenda humanidad. El libro se construye de anécdotas desde su infancia hasta sus días como profesor de instituto. El autor se propone mostrar que, detrás de los suspensos y el mal comportamiento, se esconden adolescentes en peligro que son incapaces de ver más allá de su fracaso y de afrontar la materia diaria de las clases. El profesor capaz de repescarlos, cuenta el autor, es aquel que se zambulle en su incapacidad, que “no pierde el tiempo en sermonearles” o intentando averiguar cómo empezó todo, sino en intentar quitarles todas las capas que les impiden involucrarse en el “presente indicativo de la clase”.
Así lo explica el propio autor en este fragmento:
Nuestros “malos alumnos” de los que se dice que no tienen porvenir nunca van solos a la escuela. Lo que entra en clase es una cebolla; unas capas de pesadumbre, de miedo, de inquietud, de rencor, de cólera, de deseos insatisfechos, de furiosas renuncias acumuladas sobre un fondo de vergonzoso pasado, de presente amenazador, de futuro condenado. Miradlos, aquí llegan, con el cuerpo a medio hacer y su familia a cuestas en la mochila. En realidad, la clase solo puede empezar cuando dejan el fardo en el suelo y la cebolla ha sido pelada. Es difícil de explicar, pero a menudo solo basta una mirada, una palabra amable, una frase de adulto confiado, claro y estable, para disolver esos pesares, aliviar esos espíritus, instalarlos en un presente rigurosamente indicativo. Naturalmente el beneficio será provisional, la cebolla se recompondrá a la salida y sin duda mañana habrá que empezar de nuevo.
Para Pennac el valor de la enseñanza se pone en juego en el ejercicio vocacional diario y entregado de pelar esa cebolla; únicamente así el “mal estudiante” podrá afirmar que salió adelante gracias a sus profesores.
Daniel Pennac (Casablanca, 1944) es un escritor francés. Ha sido maestro de lengua durante años y actualmente se ha retirado a la vida literaria. Ha escrito libros infantiles, novelas y ensayos. En 2007 recibió el Premio Renaudot por su obra Mal de escuela.
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DATOS DEL LIBRO
Título – Mal de escuela
Autor – Daniel Pennac
Páginas – 256
Precio – 20.90 (tapa dura); 9,95 (tapa blanda)
Editorial – Debolsillo
Lugar y año de publicación – Barcelona, 2012 (reedición en enero de 2017)
ISBN – 978-8499080246