Entras en una librería sin ninguna razón en particular; por costumbre vas estantería por estantería evitando, como quien acecha, la sección de poesía (conoces tu punto débil). Al final decides lanzarte sobre ella y hallas, no el libro que estabas buscando, sino aquel que te estaba buscando a ti.
Sales del local, ilusionado, intuyendo que has encontrado una pequeña joya, pero sin saber exactamente por qué. Caminando de vuelta a casa, no puedes evitar comenzar a leerlo: Belleza cruel, de Ángela Figuera Aymerich; colección Torremozas. Y sus primeros versos:
Dadme un espeso corazón de barro,
dadme unos ojos de diamante enjuto,
boca de amianto, congeladas venas
duras espaldas que acaricie el aire
Entonces se te congela el corazón. Incrédulo, vuelves a leer el poema lentamente y, como llevado por una maravillosa tensión, no eres capaz de acabarlo del todo y pasas al siguiente poema y al siguiente y al siguiente. Sientes como se te eriza el vello en la espalda. Es como si te estuvieran naciendo alas y algo dentro de ti te empujase lentamente hacia arriba: es el vértigo. No consigues evitar murmurar para ti los versos mientras andas casi a tientas por la calle. Quieres llegar al Remix de una vez para enseñárselo a Mikel y a Nacho y a la vez quisieras no llegar nunca. Pero, ¿por qué? ¿Qué pasa? ¿Qué tiene este libro como para provocarte todo esto y envolverte de esa manera?
Es poesía social, algo que debería estar pasado de moda: un libro publicado durante el franquismo en México, porque entonces en España o se le cantaba a Dios, o a su caudillo, o no se cantaba. A primera vista no tiene nada que lo haga especial y quizás en eso resida su mayor virtud. Los versos de Figuera Aymerich son sencillos y brillantes; en ellos destella una verdad amorosa que duele leer y, sobre todo, duele haber escrito: hay una cándida rabia que mana, maternalmente mana, y lo cubre todo.
Frente a tantas vísceras en tantos versos contemporáneos que según el género que expresen reclaman el adjetivo de “femeninos” o “masculinos”, esta obra solo podría haber sido escrita por una mujer, no porque hable de sus humores y vísceras, sino porque todo lo que dice está revestido de un halo indudablemente femenino. Belleza cruel es el libro de una mujer, poeta y madre, cantándole a su tierra avergonzada casi de tener voz y no tierra en su boca, de que le suden las manos y no la frente, de poder decir “esta rosa es mía” y no “este pico es mío y con él derrumbaré los muros que desde hace tanto tiempo tapian los cielos de España”
Porque eres bella, España, y te me mueres
porque eres mía, España, y no te absuelvo
del mal de España, canto tu belleza
y fecho y firmo a corazón parado,
boca cerrada y apretados puños,
clavándome la lengua con los dientes,
porque no quiero blasfemar tu nombre.
Clavándome la lengua con los dientes, porque no quiero blasfemar tu nombre. La necesidad poética palpita en cada verso y resuena para casi hacerse savia en nuestros labios y gargantas. Poesía de urgencia que no se agota en una dictadura sino que sirve y servirá para alumbrarnos a cada una de las personas que tengamos la fortuna de encontrarnos en sus versos
Y es que este es un libro que “no tiene odio”, como diría aquella vieja canción gallega, sino que guarda “siglos de esperanza que pone en los hijos que amamanta”. Un libro que hay que leer; un libro que tiene que ser aventado por los campos y ciudades, insuflado en los pulmones sofocados de los hombres, alumbrado en las frentes que agonizan sin mañana. Figuera Aymerich es una de nuestras grandes poetas y no podemos permitir que caiga en el olvido. Sirvan como epitafio de esta reseña estos versos magistrales:
Quiero vivir. Lo exijo por derecho.
Pido la paz y entrego la esperanza.
Miguel Barba
Datos del libro
Título: Belleza cruel
Autora: Ángela Figuera Aymerich
Páginas: 96
Editorial: Ediciones Torremozas
Idioma: castellano
Precio: 13’50€
Fecha Edición: Enero 2020
ISBN: 978-84-7839-713-6