Gilead – Marilynne Robinson

Gilead“Gilead” –o “Galaad” en su versión hispana– es el lugar bíblico donde, según explica la autora, “se halla un bálsamo curativo, capaz de preservar la paz y la salvación en tiempos convulsos”. El topónimo, que da título a la novela, condensa con acierto algunos de los rasgos más distintivos del relato de Marilynne Robinson, premiado con el Pulitzer en 2005. En esta historia, Gilead es un pueblo de la América rural, Iowa, donde la vida parece avanzar al mismo paso que hace un siglo. Durante los años 50, el reverendo John Ames es pastor de una de las comunidades cristianas que pueblan la zona; un hombre que, a su avanzada edad, atesora en su corazón ese bálsamo siempre nuevo al que remite el nombre de su pueblo.

A la vista de sus constantes achaques y su mala salud cardiaca, John Ames ve que se acerca el final. “Te lo dije anoche, que quizá me marche algún día, y tú preguntaste adónde y yo dije, a la casa del Señor, y tú dijiste, por qué, y yo dije, porque soy viejo, y tú dijiste, a mí no me pareces viejo”. Con estas palabras comienza la larga carta que el reverendo Ames decide escribir a su pequeño hijo, el único, para que este la lea una vez haya muerto.

La memoria es una de las grandes protagonistas de este relato. Una memoria que Robinson plasma sobre el papel con la natural torpeza del que escribe una carta a vuelapluma, dando saltos de una generación a otra, dejando que el cariño o la pesadumbre difuminen los contornos del pasado. Es la memoria de una persona, pero también la de tres generaciones –abuelo, padre e hijo– y la de toda una comunidad. Así, la vida de John Ames aparece como una urdimbre de relaciones afectuosas donde no faltan los desgarrones, provocados por el rencor o la incomprensión, pero tampoco los remiendos, tejidos con puntadas de gracia. La reflexión serena de Ames sobre estos recuerdos, y su oración reposada en la quietud de la iglesia, van dando a cada recuerdo su peso justo y su lugar en el relato: “Para mí, escribir ha sido siempre como rezar, incluso cuando no escribía plegarias, como sucedía a menudo. Sientes que estás con alguien. Siento que estoy contigo ahora”.

Muchos de los recuerdos que forman esta memoria vienen tejidos por el mismo hilo: el binomio filiación-paternidad, piedra de toque en la vida del protagonista. Un binomio donde la paternidad de la sangre y la espiritual se entremezclan, al igual que ocurre con la filiación. Los años de convivencia con su padre y su abuelo –también pastores protestantes– nunca desvelaron del todo el “hecho misterioso y profundo” que, para John Ames, encerraba el vínculo con ellos. Por otra parte, la paternidad de Ames sugiere un cierto parecido con la historia de Abrahán. El patriarca tuvo a Isaac en la vejez, pero había además un hijo proscrito, Ismael, que Abrahán había engendrado de una esclava. De modo parecido, John Ames tiene un hijo de su sangre –a quien escribe la carta–, aunque también hay ‘otro’. El regreso al pueblo de John Ames Boughton –hijo de un amigo, aunque en cierto modo su hijo– supondrá una prueba decisiva en la vida del pastor.

Marilynne RobinsonGilead es, en último término, el autorretrato de un alma, el delicado balance de toda una vida. Y Robinson sabe desenvolverse con soltura en la piel del pastor protestante, hilvanando anécdotas cotidianas con recuerdos de tiempos lejanos y consideraciones espirituales que, en gran medida, reflejan el rico mundo interior de la autora. La capacidad de asombro de John Ames, unida a una incansable búsqueda de la verdad, hacen que tanto lo nimio y como lo sublime encuentren en el alma del viejo pastor su caja de resonancia. Así lo expresa este fragmento:

“A veces me siento como si fuera un niño que abre los ojos al mundo, ve cosas asombrosas cuyos nombres nunca conocerá y luego tiene que volver a cerrarlos. Sé que todo esto son meras apariencias en comparación con lo que nos aguarda, pero eso sólo las hace más encantadoras. Tienen una belleza humana. Y no puedo creer que, cuando todos hayamos sido transformados y dotados de incorruptibilidad, lleguemos a olvidar esta fantástica condición nuestra de mortalidad e impermanencia, el gran sueño luminoso de procrear y perecer que para nosotros lo significa todo. En la eternidad, este mundo será Troya, creo, y todo lo que ha sucedido aquí será la épica del universo, la balada que se cante por las calles. Porque no imagino ninguna realidad que deje esta en las sombras por completo, y creo que la piedad me prohíbe intentarlo”.

Doctora en Literatura Inglesa y profesora en la Universidad de Iowa, Marilynne Robinson publicó su primera novela Vida hogareña, en 1980. Tuvieron que pasar 24 años para que publicará la primera parte de su Trilogía del Medio Oeste, formada por Gilead (2004, Premio Nacional de la Crítica norteamericana y el Pulitzer en 2005), En casa (2008 y Premio Orange a la mejor obra de ficción) y Lila (2014). Desde 2010 Robinson forma parte de la Academia Americana de las Artes y las Ciencias.

Palzol (Pablo Alzola)

Enlaces de interés 

Entrevista a la autora en ABC el 26/01/2016 – «Durante años he practicado eso de no ser famosa»

 DATOS DEL LIBRO

Título – Gilead

Autor –  Marilynne Robinson

Páginas – 276

Precio –  18.90 euros

Editorial – Galaxia Gutenberg

Año de publicación – 2010

ISBN – 9788481099034

Un Comentario

  1. Pingback: En casa – Marilynne Robinson | Capítulo IV

  2. Pingback: Vida hogareña – Marilynne Robinson | Capítulo IV

  3. Pingback: Cuando era niña me gustaba leer – Marilynne Robinson | Capítulo IV

Deja un comentario